Pero antes de adentrarnos en las vacaciones y el año que viene, cerramos el año a todo trapo en el jardín. Nos disfrazamos de enanitos (los varones) y las nenas de princesas y contamos nuestra historia preferida a todos los mamás y papás del colegio.
Les cuento algunas internas:
1) Lalo no quiso ponerse el disfraz. No hubo forma. Y miren que lo sobornaron con chupetines, ver tele, dormir con su mamá y su papá... en fin... una pena. A mí con el chupetín ya me hubieran comprado. Pero bueno, lo mío fue más fácil: nada de ser disfrazado por mamá y papá, con Anita sí. Y llegué al jardín y me disfrazó Anita. Listo el pollo. Fin del problema. Ah! eso sí, todo bien con el disfraz pero no acepté bajo ningún concepto el gorro de los enanos. No me gustaba. Me quedaba demasiado copetudo y me hacía la cara de galleta. No a lugar. Fuera ese copete colorado.
2) Nacho se vomitó todo antes de hacer nuestro mega show. Pánico escénico le dicen. Y no hubo caso. Un enanito menos.
3) Gaby se fue a vivir lejos, muy lejos. Así que ya no estaba para el acto. Otro enanito menos.
4) En conclusión: éramos 4 los enanitos, pero teníamos toda la onda.
5) Simona se fue de boca mirando a otros chicos actuar y se machucó toda la frente. Pobre, no sé qué quiso hacer, se fue para adelante y cayó sin resorte. ¿No se supone que uno pone las manos al tocar el piso? No entiendo, le habrán fallado los reflejos.
6) Yo les bailé mi parte a toda la familia durante los días de ensayo y casi que se la sabían toda. Es que me re copé con el personaje y todavía hoy sigo gritando ¡Ay Houuuuuuu! como los enanos del cuento.
7) Toto y Mía se bailaron todo. Ay esos dos... para mí que hay onda.
El acto fue todo un éxito y no paré de disfrutarlo ni un segundo. Creo que es hora de que mis padres empiecen a explotar mi veta artística.
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