Los planes eran otros, la movida iba por otro lado y yo quería finalmente aprovechar un finde largo para jugar con mis primos y salir del hostil asfalto porteño.
Pero resulta que me volví a apestar.
Y la verdad, ya me da fiaca contarles la farmacia que tengo instalada en casa, los avatares que la fiebre me produce o la bronca contenida que (no) manifiesta mamá ante la secretaria de mi doc o ese tipo malaonda de la guardia que terminó saludando con un beso a mamá a modo de "perdón, estuve mal... me mandé un moco" (y nunca mejor aplicado el término).
Como siempre, le pusimos la mejor onda estando en casa: jugamos, nos hicimos cosquillas, hicimos un rico bizcochuelo de naranja, vimos tele, y como no pudimos ir a la naturaleza, la naturaleza vino a casa.
Y éste fue mi efímero contacto con la vida al aire libre este long weekend. Algo es algo.
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