Lo más lindo de estos días fue:
1) el despegue y el aterrizaje del avión... WOOOWWW cuánta adrenalina!!! mi boca no podía estar más abierta en esos momentos!! qué cosquillas en la panza!! quiero másssss!!!
2) los cinturones: sepan que me encanta analizar las hebillas, intentar abrirlas y cerrarlas... puedo estar horas así... qué barato me divierto! después no digan que estoy fatal, que no saben qué más hacer conmigo eh! sólo denme un cinturón y hasta que no lo abra no paro!
3) comerme todo, absolutamente todo lo que mis padres me decían que NO: NO ES NO! no es no? o es sí? o a veces es sí y a veces es no? cómo es? no importa... yo tenía que conocer el nuevo lugar.
Si me decían que NO me tenía que comer esa piña... me la comía! Si me decían que NO me tenía que meter más tierra en la boca... me la metía! Si me pedían encarecidamente que dejara que arrancar pasto para comermelo... yo me lo metía más adentro de la boca! Y cuando papá me metía los dedos para sacarme la tierra y el pasto, yo cerraba la boca fuerte fuerte... y me reía viendo a estos dos padres desesperados como si me hubiera tragado una cucaracha o algo así... jua! yo me reía... Y bueno, es como comer lechuga después de todo. No me van a decir que la lechuga es mucho más rica no? Y la goma espuma de la sillita del auto?? ah!! deliciosa!! Y las piedras? ah! las disfruté como quien degusta unos maníes con sumo placer. No se quejen. Al final, creo que muy poco me tragué.
4) mi alto nivel de sociabilidad: Yo tenía un sistema. Claro. Venía alguien, lo miraba fijo, si hacíamos contacto visual y era adulto, le sonreía, pelaba hoyuelos y listo! adulto comprado! si era un niño era distinto: lo miraba, le sonreía y le ofrecía mis chupetes en clara señal de amistad. Y así estuve... todos estos días en contacto con extraños amigables con los que jugué continuamente...
Hubo un señor que siempre me saludaba, y yo por supuesto, siempre le respondía. En su último desayuno me sacó un par de fotos. Y una brasilera que me decía: Felipe! como meu papá! (en tono gracioso!). Y Vicky? una señora (o chica, perdón, no le saqué bien la edad, me parece que era esas señoras grandes de espíritu joven, tipo Cris Morena pero sin las extensiones y morocha) que no paró de correrme toda una tarde y quedé yo más cansado que ella. Qué energía, por favor!
Y las chicas que nos hacían el cuarto? una vez, estabamos en la cola del súper, y sin querer (juro que sin querer) le toqué la cola a la chica de adelante. Se dio vuelta como para increpar a algún sátiro y tuvo que bajar la vista para verme. Después miró a mis papás y les dijo: "ustedes están en el hotel xxxx, no? son los papás del bebé que se ríe todo el tiempo"!
Con Angela, que tenía un año, intercambiamos chupetes y me dio una manzana del manzano del hotel y con Isabella intercambiamos sonrisas, ella tiene 9 meses y me miraba tipo ídolo, creo que la enamoré. Con Santiago no hubo onda... y sino hay, no hay.
5) mis siestas frente al lago... ah! impagable! tomar mi mamadera y después quedarme frito frente al lago no tiene precio!
6) los señores positones: se convirtió en el tema del verano! SÍ SEÑORES... POSITONES... VAMOS A LA CAJA DE LOS CUENTOS... PORQUE PINKY CUENTA MUY BUENAS HISTORIAS... Buenísimo!!! Vacaciones y dosis más altas de TV!! Genial!! (¿quién les avisa a mis padres que paren de cantarla al menos un rato durante el día? no es sólo por mí, están los vecinos, piensen en los vecinos).
7) la guía copada: era muy graciosa. Tomamos una excursión a un bosque espectacular. Llegamos y mientras lo recorríamos nos contaba detalles particulares de la flora de la zona y algunas otras anécdotas. En un momento dijo: y sí, la anécdota de la historia de Bambi hace unos diez años hubo que dejar de contarla, mandaron carta de Jolivúd diciendo que el Sr. Walt Disney nunca estuvo acá. Así que ya no la contamos más.
Ahora, ya estoy de vuelta. Recorrimos un montón y estuve todo el tiempo con mamá y papá. Estuvo ideal.
Las caídas y los chichones son parte del recuerdo. La escalera peligrosa terminó queriéndome después de los tres escalones que me comí al intentar bajarla, ya se dejó de hinchar y nunca más me provocó inconvenientes. Era una tentación debo confesarles, pero en este sentido, la puerta que se sacaba y se ponía para bloquearla, contribuyó bastante.